martes, 14 de julio de 2020

Libro



Había soñado para ese año encontrar el amor verdadero, pero lo cierto era que ya estábamos a Diciembre, y ese amor no llamaba a mi puerta para quedarse. Siempre esquivándola, o picando tímidamente, pero dándose luego la vuelta. A veces hacía que me entusiasmara abriendo. Pero no era el amor, solo un engaño. No había nada.
Me sentía una inmadura, a pesar de que me faltaba poco para llegar a los treinta. Y decidí ir al pueblo de mi madre, a recapacitar sobre mi vida, sobre mi trabajo de secretaria, sobre todo lo que sentía...Pero, descubrí algo más de lo que esperaba.
    ¡Ángela!- gritó Mery desde la puerta abierta de mi habitación – ¿quieres perder el tren o qué?
La miré con un solo ojo abierto, fijando luego la vista en el espejo. Tenía el pelo tan despeinado que parecía una estrella de rock.
¿Qué hora es, cuánto he dormido? - fruncí el ceño
-Son las 12
¡Dios!, como se nota que tengo el móvil apagado – me toqué la frente
    Pues me habías dicho que a las 16 sales, ¿no? Mal momento para tener el móvil apagado.
    Sí, ahora voy – dije nerviosa
Mery se había convertido para mi en una hermana. Aunque nos llevábamos cinco años, éramos las mejores amigas. Me había recibido a vivir con ella en su piso cuando tan difícil se me había hecho encontrar alquiler a los dieciocho años cuando entré en la universidad.
Me había criado a un pueblo pequeño a tres horas distancia de la universidad, así que no me quedaba otra opción.
Iba a pasar las navidades con mi madre. Aunque siempre me presionaba que me casara, metiéndose con mis veintiocho años, la echaba de menos. Y el pueblo donde me crié, que hacía tres meses que no visitaba. Con sus prados y sus granjas, sus bosques llenos de champiñones, y su río frío donde me refrescaba todos los veranos de mi infancia junto a mis hermanos...una dulce nostalgia me recorría el cuerpo cada vez que iba.
El tren salía dentro de nada y Mery se ofreció llevarme. A las tres llamó a mi puerta.
¿Todo bien, salimos en un cuarto de hora?
Sí, gracias —le sonreí
En verdad cinco minutos más tarde me di cuenta de que no estaba lista. Me faltaba el billete. ¿En serio Ángela? Sólo a ti te pasa esto hablaba sola conmigo misma.
Lo encontré en un cajón después de buscar como loca unos quince minuntos. Llegamos a la estación cuando el tren estaba a punto de salir; corriendo cargada con la maleta y jadeante.
Me tranquilicé al estar ya en el tren, aunque por unos segundos estaba esperando a ver si me iba a dar un infarto de lo mucho que había corrido. Todo el mundo me miraba raro ya que ellos estaban todos ya sentados, y yo parecía una vagabunda que acababa de entrar en el tren para pedir dinero o algo. Bueno, me gusta ir siempre a la moda, así que almenos descartarían lo último.
Miré el billete y tenía el número ciento veinte. Me encontraba en la otra punta así que tenía que recorrer todo el tren, con la gente mirándome. Bueno, aunque tampoco había que darse tanta importancia. A veces pensamos que la gente piensa cosas de nosotros cuando en verdad ni les importa lo que hagamos ni quienes seamos.
Llegué al fin a mi sitio. Solo había uno libre, y el de la ventana estaba ocupado por un chico. Muy guapo, por cierto. Moreno, ojos verdes y bien vestido. Parecía agradable, deduje que tenía más o menos mi edad. Esa fue la primera vez que vi a Collin.
Me senté nerviosa después de dejar la maleta en su sitio, y me puse a leer. Estaba emocionada por ver a mi madre. Una hora y media más tarde miré el reloj y me di cuenta que estaba a medio camino. Collin miraba por la ventana escuchando música, sin intentar entablar conversación alguna.
Me entró el gusanillo y llamé al camarero que daba vueltas por el tren, esperando que alguien le llamara porque se aburría. Se puso contento al verme señalar con la mano.
Una ensalada de fruta ¡por favor!
Enseguida respondió cordial.
Empecé a comerme la ensalada con muchas ganas, pero creo que se me olvidó masticar, porque unos minutos más tarde me encontraba faltada de aire y sientiendo que me moría.
Intenté toser pero no podía. Tiré del brazo de Collin pidiéndo ayuda al no poder hablar, ya que él no parecía haber notado mi ahogo. Cuando me vio se puso nervioso y me cogió con sus manos la cintura por detrás. A partir de entonces ya no recuerdo nada.
Cuando desperté, él estaba inclinado sobre mi.
¡Oh Dios! intenté decir con una voz débil.
¡Por fin! ¿Cómo estás? preguntó abriendo grandes sus ojos verdes.
¿Qué ha pasado? contesté asustada.
Que te has ahogado con un trozo de fruta y te he tenido que resuscitar.
Me ofreció la mano para levantarme y me incorporé a medias, mirándole confundida.
¿Y por qué tuviste que resuscitarme, no fue suficiente con la maniobra esa de levantar el estómago por detrás de la espalda, o como se llame...?
Es culpa mía, actué tarde. Cuando lo hice ya habías perdido el conocimiento.
Por supuesto todo el mundo me miraba, y el personal sanitario acababa de llegar. ¿Un poco tarde, no? De no ser por Collin estaría muerta, ¿quién sabe?
Despues de hacerme las típicas preguntas desesperantes de si estaba bien y todo el rollo, les di las gracias diciéndoles que estaba bien, y me senté para que la gente dejara de mirarme.
Respiré aliviada una vez que sentí de nuevo el respaldo cómodo de la silla. No me podía creer que había estado a punto de morir por culpa de una fruta.
¡No lo entiendo, jamás me había pasado. Parezco una niña! le dije a Collin mirándole con media sonrisa
No te preocupes, le puede pasar a cualquiera.
Gracias. Aún estoy temblando la verdad.
Lo siento, me sabe mal que no ví antes el incidente.
Tranquilo, almenos me has salvado. No cualquiera sabe maniobras de primeros auxilios.
Bueno lo aprendí en la universidad, soy maestro.
¡Oh, qué guay! Ves, es que soy una niña, lo aprendiste para los niños.
Se rió.
Soy Collin, encantado.
Yo...Ángela
Bonito nombre
¡Gracias! Y también por salvarme.
¡De nada! sonrió
Seguimos el resto del trayecto sin decirnos nada. Yo volví a leer como si nada, y él a escuchar música. En verdad no me podía concentrar y estaba asustada. Seguía sin creerme lo de que había estado a punto de morir.
El tiempo se me pasó volando y ya habíamos llegado a Roblen.
Bueno, te doy de nuevo las gracias le dije a Collin al despedirnos.
¡No hay de qué, solo cuídate!
Nos despedimos con una sonrisa y cada uno nos fuimos a lo nuestro. Estaba aún aturdida, confusa...
A punto de salir de la estación, escuché la voz de Collin llamándome. ¡Qué rápido se había aprendido mi nombre!
¡Lo siento! dijo jadeante es que te quería invitar a un concierto, supongo que eres nueva en el pueblo y pensé que te gustaría entretenerte... me tendió un folleto azul con una gran cruz adornando el centro.
¡Oh, gracias! ¿Un concierto rock?
Ah no, cristiano contestó algo molesto como preguntándome "tengo yo pinta de rockero?
De acuerdo, pues me lo miraré. ¡Hasta luego!
¡Adiós! me miró parado mientras me iba.
Me sorprendió lo del concierto cristiano. ¿Es que era testido de Jehova? No, ellos no invitan a conciertos. ¿Qué tipo de cristiano era? No me esperaba que un chico joven como él fuera a ese tipo de conciertos, y estuve a punto de tirar el folleto, pero...algo me hizo que no lo hiciera. Y no sé qué fue...
Una vez fuera, mis pupilas se dilataron y los pulmones empezaron a recibir un suave aire fresco.
Inspiré feliz. ¡Por fin volvía a mi pueblo! Aunque iba cada tres meses más o menos, siempre sentía que habían pasado años.
Miré hacia el centro, y no había mucho tráfico. Las casitas pequeñas bien adornadas y la plaza, me esperaban adornadas de luces y decoraciones navideñas. Al lado de la estación había un puesto de churros y siempre le compraba a mi madre. Yo me comía antes unos cuantos, pero dado lo que me había pasado, prefería hacerlo en casa.
El problema de Roblen, a pesar de su belleza de cuento, era la escasez de taxis. Por eso yo siempre pedía uno con tiempo, el particular de un señor que me recibía con tanta alegría como si fuera mi padre. Bueno, mucho mejor que mi progenitor, ya que él me abandonó cuando yo tenía dos años. Nunca volví a saber nada de él, y tampoco quería hacerlo.
Mi madre por supuesto me recibió con alegria y tratándome como a una princesa.
Te he preparado sopa y costillas al horno con patatas, cariño, vamos a cenar. ¿Tienes hambre?
Oh mamá, qué mona eres. Sí, tengo mucha hambre sonreí frotándome la barriga. De saber lo que me había pasado en el tren seguro que mi madre me habría bombardeado de preguntas y repitiéndome unas cuantas veces que tuviera cuidado al comer. Pero por supuesto no le dije nada. Solo esperaba que me preguntara el real motivo de mi llegada. Le contesté con sinceridad cuando lo hizo:
Ni yo sé lo que me pasa, mamá. Solo sé que no sé nada, como decía Sócrates. Supongo que estoy triste porque no estoy contenta con mi trabajo, porque ese chico que tanto espero no aparece...por todo y por nada – dije mirando al plato vacío.
Yo lo siento, hija. ¡Ven aquí! se incorporó para abrazarme.
Después de desahogarme y una vez cenadas, salí por el pueblo con mi madre a dar una vuelta. Comimos creps con mermelada de moras, nos encantban a las dos. Lo vendía la señora Martina, un ancianita de unos 70 años que se empeñaba en no dejar de trabajar hasta el final de sus días. En verano iba a ayudarla con la limpieza del local, ya que tenía una relación cercana con ella, había sido nuestra niñera, y la mejor que podíamos haber tenido.
- Oh, hijita, se te han aclarado el pelo y los ojos de tanta contaminación de ciudad - me dijo con su vocecita suave – pero almenos no te has cortado el pelo. Sigues igual de guapa que de costumbre, y la nariz igual de pequeña que cuando cuidaba de ti con 10 años. se rió.
¡Gracias señora Martina, es usted muy mona. Pero creo que el pelo y los ojos los tengo igual de oscuros que de costumbre.
¡Qué va, tienes el pelo castaño ahora, y los ojos más almendrados.
La pobre debía de haber perdido un poco de visión, porque yo me los veía igual que de costumbre, pero empecé a mirarme la melena porque me hizo dudar.
¿Es más claro mi pelo? pregunté a mi madre con el ceño fruncido, una vez que la señora Martina se había ido.
No hija sonrió ella.
Dimos una vuelta por todo el pueblo, ya que se recorría en media hora, y nos fuimos a casa. Durante una semana intentaría desconectar de todo y disfrutar de la naturaleza, de mi pueblo, y sobretodo de mi madre, que ya tenía sus sesenta y cuatro, y el pelo ya empezaba a notar el invierno de su vida.




Después de cuatro días de salir con viejas amigas, cine y paseos por la granja, ya estabamos a jueves y me acordé del concierto al que el desconocido del tren me había invitado. Guardaba el billete mejor que el del viaje, había aprendido la lección.
Lo daban el Viernes a las 17 en el casal del pueblo. No tenía yo nada que ver con la religión, aunque mi madre siempre nos había criado con un espiritu de humanidad y honestidad típico del cristianismo. Pero estaba dispuesta a hacer algo nuevo, a ver su manera de ver la vida aunque no compartía su creencia. Y,¿ para qué engañarnos?, tenía ganas de verle...
Le dije a mi madre que iba a ver a Alicia, una vieja amiga. Sabía que no le haría gracia lo del concierto cristiano, ella opinaba que los no católicos eran todos una secta.
A las cinco menos cinco ya estaba en la puerta del casal. La conserje, una chica joven de unos veinte años, me indicó el camino recogiéndome el billete.
La sala no era muy grande y bastante acogerdora. Al escenario estaba ya la banda, preparada para empezar, pero no había mucha gente, unas treinta personas, todas con sonrisas en el rostro.
Me senté por el medio, donde habían muchas sillas libres. Estaba buscando a Collin con la mirada por toda la sala, pero no lo encontré. Empecé a mirar mejor la banda, y para mi sorpresa ahí estaba él, dispuesto a cantar. ¡Era el solista de la banda! Mostraba una gran seguridad sobre el escenario y su vestimenta era impecable. Una camisa de color verde oscuro, pantalones marrones y su pelo moreno bien peinado con bastante volumen.
El sonido de la guitarra me despertó a la realidad, lo estaba mirando como si fuera un maniquí. Se humedeció los labios y empezó a hablar:
¡Bienvenidos, que Dios les bendiga! Vamos a tocar una canción que tiene mucho impacto para mi, os la dedico a todos vosotros. ¡Gracias por estar aquí con nosotros, espero que el Señor toque vuestros corazones esta tarde!
Empezó a tocar de nuevo la guitarra y...su voz parecía angelical. ¡Waw!
Y la canción, la verdad es que era muy bonita, incluso para una agnóstica y ocasionalmente atea como yo.
" Que te cubra con su gracia
hasta mil generaciones
Tu familia, y tus hijos
Y los hijos de tus hijos"
¡Vaya, una linda bendición! Lástima que yo no creía que Dios existiera...
Tocaron unas cuantas canciones más, también junto a una chica, una rubia guapa de pelo corto y alta. Pensé que a lo mejor tenía novia y yo ahí escuchando canciones cristianas sin ser creyente.
Al acabar el concierto nos invitaron a todos a bocadillos y té. Al principio dudé si estar más rato o no, ya que me sentía fuera de lugar, conociendo solo al solista por haberlo visto una vez en mi vida.
Por suerte, las chicas que estaban sentadas en la misma fila que yo, vinieron a saludarme.
¡Hola! Somos Paula y Amy, ¡bienvenida! me sonrieron extendiéndome la mano.
Ángela, ¡muy amables!
Empecé a hablar con ellas y no paraba de analizarlas para darme cuenta qué tenían de  diferente aquellos a los que mi madre llamaba "secta".
Por supuesto estaba buscando de nuevo a Collin con la mirada, mientras las chicas me hablaban. A veces ni me enteraba de lo que decían, pero fingía hacerlo, aprobando con la cabeza, pero mis ojos dirigidos hacía la esquina donde estaba "mi héroe", el chico que me salvó la vida.
Él estaba en una esquina, destacando por su altura y belleza. Estaba hablando con la banda y riendo de vez en cuando con la chica de la que yo ya sentía celos.
¿Pero qué te pasa Ángela, estás loca o qué? me decía.
En algún momento se paraba a mirar la gente a la sala, pero mi estatura no ayudaba a que me localizara, más bien, todo lo contrario. Mis cientosesesenta cm no se podían comprar con sus cientoochenta.
Los bocadillos y el té eran muy buenos, pero como Collin no se movía de ahí, decidí que era hora de irme.
No pude hacerlo, porque justo cuando estaba a punto de despedirme de las chicas, vi que él se dirigía a mi mesa. Parecía un modelo al caminar. ¡Respira Ángela, finge que no te importa!
¡Ángela, qué sorpresa! Me alegro mucho que hayas venido, no me lo esperaba; te ví un poco indecisa el otro día.
¿Qué tal? La verdad dudé al principio, pero uno debe probar cosas nuevas de vez en cuando sonreí.
Por supuesto aprobó con la cabeza ¿Has comido, deseas un té?
¡No, gracias! Ya he comido.
Me alegro. Bueno, ¿y qué te ha parecido el concierto?
Bonito, la verdad. Cantas muy bien y todo ha sido muy dinámico.
Tenía pensado decirle que me esperaba que fuera más aburrido, que no hubiera música "movida" ni que la gente aplaudiera o algo. No sé por qué me imaginaba a unos ancianitos cantando sin ánimo. Menos mal que estaba equivocada.
No le dió tiempo de contestarme porque su compañera ya vino hacia nosotros.
Collin, ¿qué haces? ¡Te está buscando Martin!
Ahora voy, Flor.
La chica, un poco borde, ni me miró. ¿Flor, así es como llamaba a su novia?
Ves, que sino tu novia se enfadará sonreí.
Ah no, es mi hermana Florentina - se rió
Vale, eso me acarició el alma. ¿Pero cómo es que ella era rubia? No se parecían en nada..
De acuerdo, pero igualmente...
Puede esperar - contestó afligiendo el brazo.
De acuerdo. Oye dije haciéndome coraje ¿te puedo preguntar como se llama vuestra creencia, a parte de cristiana?
¡Claro! Somos evangélicos dijo inclinando ligeramente la cabeza.
Entiendo.
Su hermana creo que ya me había cogido manía igual que yo a ella, porque apareció capaz de arrastrarle de "mis brazos".
¡Collin, que te esperan!
¿Era de mala educación que le esperaran ,pero lo que ella hacía no lo era?
¡Ya voy! miró de reojo a su hermana, que se fue con prisa.
Lo siento se disculpó un poco avergonzado mira, si quieres déjame tu móvil y ya te explicaré más cosas sobre nosotros. E invitarte a más conciertos y todo eso; si quieres claro...
Mm, darle el teléfono a un desconocido nunca había sido lo mío, pero ese chico me había salvado la vida; además no parecía mala persona.
Yo...vale tartamudé.
Me fui del concierto con su número y él con el mío.
Al llegar a casa mi madre me esperaba en el sofá. ¡Qué raro, si eran las once, y ella normalmente dormía a esa hora!
Mamá, ¿qué haces despierta, estás bien?
¡Ai, hija! Pues un poco disgustada me miró triste.
Disgustada, ¿y eso?
Te lo voy a preguntar sin rodeos se puso de pie ¿qué hacías tú a un concierto de cristianos?
¿Pero serán cotillas los del pueblo, tan pronto se había enterado mi madre? ¡Los mejores periodistas, no te digo!
¿Qué? ¡No estaba a ningún concierto, no sé qué hablas! dije dirigiéndome hacia la cocina, a por un vaso de agua.
Hija, has ido al casal, y solo había un concierto de cristianos, ¿qué hacías tú ahí?
Ni me esforzé en preguntar quién se lo había dicho.
Mamá, tengo veintiocho años y creo que no debo dar explicaciones a nadie sobre dónde voy y qué hago. Si yo quiero ser cristiana, lo seré. Si decido ser atea, también. Y eso no repercutirá el amor que siento por ti, así que por favor, no discutamos por eso.
¡Hija, pero es absurdo! ¿Es que mis creencias católicas no son buenas?
¡Que fui a un concierto, no he firmado ningún contrato que diga que soy evangélica, por Dios! contesté un poco subida de tono.
Había venido a mi pueblo con la esperanza de sentirme más madura mirando todo lo que había crecido, pero eso no formaba parte del plan: mi madre cuestionándome dónde iba, con casi treinta años.
Mira máma - seguí enfadada- mejor me voy , ¡no vaya ser que te contamines de mi religión!
¡No, Ángela, no te vayas hija!
Ignoré sus palabras y me fui a hacer la maleta llorando, llamando a mi taxista de siempre, pero su móbil estaba apagado.
Me senté en la cama tocándome la cabeza con las dos manos, intentando recogerme en una coleta mi pelo moreno.
Por suerte al final logré un coche que me llevaría a casa; iba a pasar del tren del Domingo, por supuesto, aunque me costaría más dinero.
No quería irme enfadada con mi madre, así que me fui a hablar con ella mientras esperaba el taxi. La encontré sentada en el sofá, con la mirada perdida.
Mamá, lo siento. ¡Ven, dame un abrazo!
Se levantó y le dí un beso en la frente; nos despedimos, con un nudo en la garganta.
A mitad de camino entre Roblen y Stewar me dió por volver. ¡No podía despedirme así de mi madre por un estúpido concierto!
El chófer habrá pensado que era un cachondeo.
¿Está segura? - me miró frunciendo el ceño mira que llevamos algo...
Sí, por favor dé la vuelta, le pagaré lo que haga falta 
Está bien contestó levantando los hombros
La supuesta semana de viaje en verdad se convirtió en meses. Volver a trabajar en la misma empresa de Los Angeles, donde empecé hacía 3 años lo veía imposible. Leyre, mi jefa, se enfadó mucho conmigo y me recordó que no recibiría el finiquito, como una amenaza. Pero mi recompensa era una nueva vida.
Mery se sorprendió con la noticia, pero comprendía mi decisión. Igualmente me guardaría la habitación, ya que le dije que solo sería un año más o menos.
Empecé a trabajar en el casal del pueblo como recepcionista. Mi madre conocía a todos los de ahí y resultó muy fácil conseguir el puesto. Así entendí lo rápido que se enteró sobre el concierto, los mismisimos empleados la habían llamado. No les guardaba manía, ya que Irene era para ellos una amiga, pero su hija, por aquel entonces, una simple desconocida. Lo que no entendía era por qué hacía mi madre eso, ¿no tendría miedo de que los evangélicos "me atraparían" al organizar sus eventos por ahí?
Me hice amiga fácilmente de todos los empleados, sobretodo porque la mayoría eran de mi edad. Aproveché una pausa de café para abrir la conversación sobre Collin y sus conciertos, con Alma, la compañera con la que mejor me llevaba. Era una pelirroja simpática de veinticinco años, de estatura media y pelo rizado, siempre dispuesta a enseñarme todo lo que yo no sabía sobre como funcionaba el trabajo ahí.
¿Organizan con frecuencia los cristianos conciertos aquí? Lo sé porque fui a uno hace dos meses...
Sí, una vez al mes alquilan la sala para hacer todo tipo de actividades; a parte de cantar, hay programas para niños, conferencias...
Vaya - contesté sin saber qué más decir
Collin me había enviado dos Whatsapps dos semanas después de vernos, pero los ignoré. Con todo el lío que se había montado por su culpa, no quería más problemas. El primer mensaje decía así:
Hola Ángela, soy Collin. ¿Sigues por Roblen? Espero que estés bien.
El siguiente fue dos semanas más tarde:
Espero que no te haya molestado con nada, lo siento si fue así. Cuídate.
Revisé la agenda de alquiler de la sala de espectáculos después del desayuno, y a primera vista no vi nada "sospechoso". Pero al fijarme de nuevo, descubrí el título "Dios existe" organizado por Adonai. Deduje que así se llamaba su iglesia, o bien su banda.
Se trataba de una conferencia y la darían el día treinta de Mayo a las diecinueve horas.